Caminar hoy por la bulliciosa Calle Francisco I. Madero es sumergirse en un río de gente, un corredor peatonal vibrante que conecta dos de los puntos más emblemáticos de la Ciudad de México: el Zócalo y el Palacio de Bellas Artes. Es un desfile de comercios, artistas urbanos, turistas y locales. Pero bajo el asfalto y detrás de las fachadas centenarias, esta icónica vía guarda una identidad secreta, un nombre que durante siglos fue sinónimo de lujo, poder y elegancia: la Calle Plateros.
Mucho antes de ser Madero, esta arteria fue el corazón palpitante de la vida social y comercial de la capital de la Nueva España y del México independiente. Fue el escenario de desfiles triunfales, el escaparate de la élite y la primera calle en recibir las maravillas de la modernidad. Explorar la historia de la Calle Plateros es desenterrar el alma de la ciudad y entender cómo su legado sigue vivo en el presente.

El Origen del Nombre: Plata, Poder y Prestigio
La historia de la Calle Plateros comienza poco después de la caída de Tenochtitlan. Sobre las ruinas de la antigua calzada de Tlacopan, los conquistadores trazaron una de las vías principales de la nueva ciudad. Según relata el reportaje “Mochilazo en el Tiempo” de El Universal, los artesanos especializados en el trabajo de la plata, los “plateros”, solicitaron al ayuntamiento un espacio exclusivo para establecer sus talleres y residencias. Se les concedió esta calle, que por su ubicación estratégica junto a la Plaza Mayor, se convirtió rápidamente en el centro del comercio de lujo.

El nombre no era solo descriptivo; era una declaración de estatus. La plata era el motor económico de la Nueva España, y tener un taller en la Calle Plateros era un símbolo de maestría y éxito. Aquí se forjaban las joyas más finas, las vajillas más elaboradas y los objetos litúrgicos más opulentos que adornarían las casas de los nobles y los altares de las iglesias.
Una Calle con Múltiples Nombres: La Fragmentación de una Vía
Curiosamente, lo que hoy conocemos como una sola calle, durante siglos estuvo dividida en tramos con diferentes nombres.
- Calle de Plateros: Era el tramo más prestigioso, que iba del Zócalo a la esquina del Templo de La Profesa y el Convento de San Francisco (cerca del actual Eje Central).
- Calle de San Francisco: Continuaba desde el convento hasta el área que hoy conocemos como la Alameda Central.
Esta fragmentación era común en la traza urbana virreinal, pero fue en la Calle Plateros donde se concentró la vida más opulenta.
El Epicentro de la Vida Social y la Modernidad
Durante los siglos XVIII y XIX, la Calle Plateros era mucho más que un centro comercial. Era el lugar para ver y ser visto. Las crónicas de la época la describen como la calle “más hermosa y animada” de la ciudad. Por sus aceras desfilaban los “catrines” con sus elegantes trajes, las damas con sus vestidos importados de Europa y las familias de la alta sociedad.
Fue el hogar de las tiendas más exclusivas: joyerías, sombrererías, sastrerías y almacenes que ofrecían las últimas modas de París. Fue también pionera en la modernidad:
- Primera Iluminación: Fue la primera calle de la Ciudad de México en contar con alumbrado público de gas en el siglo XIX, y posteriormente, con luz eléctrica.
- El Primer Cine: El famoso Salón Rojo, considerado el primer cinematógrafo de México, abrió sus puertas en la Calle Plateros, maravillando a los capitalinos con las primeras imágenes en movimiento.

Tesoros Arquitectónicos que Aún Cuentan su Historia
Aunque el nombre ha cambiado, la Calle Plateros nos legó un impresionante catálogo de joyas arquitectónicas que aún podemos admirar en nuestro recorrido por Madero. Estos edificios son testigos silenciosos de su glorioso pasado:
- La Casa de los Azulejos: Originalmente el Palacio de los Condes del Valle de Orizaba, esta impresionante construcción cubierta de azulejos de talavera poblana es uno de los mayores exponentes del barroco novohispano. Hoy alberga un popular restaurante, pero su fachada sigue contando historias de leyendas y nobleza.
- El Templo de La Profesa: Oficialmente el Oratorio de San Felipe Neri, esta iglesia de sobria fachada barroca fue un punto de referencia clave en la Calle Plateros. Fue en sus salas donde se gestaron conspiraciones políticas que marcaron la historia de México, como la “Conspiración de La Profesa”.
- El Palacio de Iturbide: Construido como residencia para una acaudalada familia, este palacio se convirtió brevemente en la residencia del emperador Agustín de Iturbide. Su magnífica arquitectura es hoy el Palacio de Cultura Citibanamex, un espacio dedicado al arte y la cultura.

El Cambio de Nombre: El Fin de una Era y el Nacimiento de un Símbolo
La era de la Calle Plateros llegó a su fin de manera simbólica y contundente en 1914. En plena Revolución Mexicana, el general Francisco Villa, al tomar la Ciudad de México, decretó que toda la vía, desde el Zócalo hasta la Alameda, se unificaría bajo un solo nombre: Francisco I. Madero, en honor al presidente mártir de la Revolución.

Este acto fue más que un simple cambio administrativo. Fue un gesto político poderoso que buscaba romper con el pasado porfirista y virreinal, reemplazando un nombre asociado a la opulencia y la aristocracia por el de un héroe revolucionario. Así, la Calle Plateros fue oficialmente borrada del mapa, aunque su espíritu permaneció.
El Legado de Plateros en la Madero del Siglo XXI
Hoy, la Calle Madero es una de las más transitadas del mundo. Convertida en corredor peatonal en 2009, recuperó su vocación como un gran espacio de convivencia social. Aunque las joyerías de lujo han dado paso a marcas internacionales, tiendas de ropa y restaurantes de comida rápida, el eco de la Calle Plateros sigue resonando.
Sigue siendo una arteria comercial de primer orden. Sigue siendo el escenario de la vida pública, un lugar donde se mezclan todas las clases sociales. Los edificios históricos que una vez albergaron a la élite novohispana ahora son museos, bancos y comercios accesibles para todos.
La próxima vez que camines por Madero, tómate un momento. Levanta la vista más allá de los letreros luminosos y observa los detalles barrocos de las fachadas, imagina el sonido de los carruajes sobre el empedrado y el murmullo de una sociedad que vivió su apogeo en la legendaria Calle Plateros. La historia, como la plata, perdura.
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