
La caña de azúcar es más que un cultivo en México; es un pilar económico que sustenta a miles de familias y genera productos esenciales como el azúcar y el alcohol. En el sur de Quintana Roo, la zafra azucarera en Quintana Roo marca el ritmo de vida de toda una región. Sin embargo, detrás de la imagen de campos dorados y la promesa de prosperidad, se esconde una realidad compleja que enfrenta desafíos ambientales significativos. Desde el proceso de quema-corte-recolección hasta su impacto en la deforestación, la zafra es una actividad de gran relevancia que merece un análisis profundo.

¿Qué es la zafra azucarera y cómo se realiza?
La zafra es el periodo crucial en el que la caña de azúcar se cosecha para su procesamiento en los ingenios. Esta actividad, de origen árabe y cuyo nombre significa “viaje” (evocando la travesía de los trabajadores temporales), implica un esfuerzo monumental. Miles de campesinos, a menudo migrantes de estados vecinos como Chiapas o Veracruz, se dedican a cortar la caña a mano, generalmente durante los meses más cálidos del año.
El proceso tradicional de la zafra de caña de azúcar es un ritual de quema-corte-recolección: antes del corte, se queman extensas hectáreas de caña. Esto se hace para eliminar la hoja y facilitar el trabajo de los cortadores, evitando que se corten. La quema genera un manto de ceniza que cubre los rostros y manos de los trabajadores. A pesar de los esfuerzos por encontrar métodos alternativos, la quema sigue siendo una práctica extendida, lo que genera contaminación y afecta la calidad del aire. Una vez cortada, la caña es transportada a los ingenios cañeros, como el Ingenio San Rafael de Pucté en Quintana Roo, para su procesamiento y obtención de azúcar, piloncillo, alcohol y melaza.

El impacto ambiental del monocultivo de caña en quintana roo
La expansión de la caña de azúcar en Quintana Roo, especialmente en el municipio de Othón P. Blanco y Bacalar, ha tenido consecuencias significativas para los ecosistemas. Aunque la deforestación a gran escala promovida por políticas gubernamentales en las décadas de los setenta y ochenta para impulsar la agricultura ya no es tan evidente, la “deforestación hormiga” sigue avanzando. Pequeños desmontes realizados por cañeros individuales, al sumarse, generan un impacto considerable que a menudo no se reporta.
Entre 2010 y 2021, el municipio de Othón P. Blanco perdió más de 75,000 hectáreas de cobertura arbórea, equivalente a más de cien veces la superficie del Bosque de Chapultepec. En Bacalar, un municipio que ha visto crecer su agroindustria recientemente, la actividad agrícola también ha sido la principal causa de cambio de uso de suelo forestal. Estas selvas bajas, ricas en biodiversidad, son vulnerables ante la demanda de tierras para el cultivo de caña, lo que compromete su capacidad de retener carbono y otorgar servicios ambientales.
Además de la deforestación, el uso intensivo de agroquímicos como el glifosato, aunque oficialmente se asegura su no aplicación, sigue siendo una preocupación. Estos químicos contaminan los ecosistemas, afectando los arroyos, mantos freáticos y la fauna acuática, poniendo en riesgo incluso la salud humana. La pérdida de biodiversidad en estas selvas ha provocado la disminución de especies de mamíferos en riesgo como el tapir y el mono araña, evidenciando los impactos negativos de la expansión del monocultivo. Puedes encontrar más información sobre este tema en El Heraldo de México Quintana Roo o en Mongabay Latam.

La vida de los cañeros: entre el esfuerzo y la incertidumbre
La zafra azucarera no solo impacta el medio ambiente, sino también la vida de miles de trabajadores. Muchos cortadores de caña son migrantes que viven en condiciones precarias, en galeras o cuarterías, y trabajan de sol a sol bajo temperaturas extremas. El pago por su labor depende del tonelaje cortado, y a menudo, enfrentan la falta de seguridad social.
Estos trabajadores son contratados por el ingenio bajo un modelo de “agricultura por contrato”, donde los productores también reciben financiamiento para la siembra y el “paquete tecnológico” (semillas, riego, fertilizantes). Sin embargo, las ganancias varían y los descuentos aplicados por el ingenio pueden reducir significativamente sus ingresos. La falta de oportunidades en su lugar de origen impulsa a muchos a soñar con migrar, buscando una vida mejor, a diferencia de las generaciones pasadas que podían acceder a la tierra y convertirse en productores.
La agroindustria de la caña de azúcar es un motor económico vital para México, generando aproximadamente 440 mil empleos directos y 2.2 millones indirectos en 267 municipios del país, como señala la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural. Sin embargo, la historia de la zafra en Quintana Roo es un recordatorio de que el progreso económico debe ir de la mano con la sostenibilidad ambiental y el bienestar social, un desafío que continúa vigente en esta región marcada por la caña.






