Cuando alguien a quien amamos muere

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Cuando alguien a quien amamos muere

Cuando alguien a quien amamos muere no se está listo para ello. Sin importar la causa, ya sea por enfermedad, por accidente o muerte natural. Las emociones que se experimentan sobrepasan los límites del entendimiento, la comprensión y la lógica. La pérdida definitiva y permanente de un ser amado es uno de los sufrimientos más profundos que experimentamos como seres humanos, tan es así, que existe una rama de la psicología dedicada a estudiar la pérdida, la muerte y por supuesto, todas las implicaciones que estas tienen en quienes las padecen.

Al desaparecer la persona amada, se experimentan estados emocionales de negación, culpa, negociación, incredulidad, tristeza, así como deseo de salir adelante y sentirse bien; todos ellos parte del proceso de duelo. Proceso que de ninguna forma opera en forma lineal, es decir, no se termina una fase e inicia otra. Se puede viajar entre ellas de un momento a otro, incluso se pueden vivir todas en un solo día. Estar consciente de ellas ayuda a comprender mejor lo que se está viviendo y que ello resulte más llevadero, sin embargo, todas ellas se viven intensamente dependiendo de la comunión que existía con quien se fue.

Cuando una persona que amamos parte, termina el vínculo como lo conocíamos, es el fin del mundo que se había construido alrededor de esa persona, actividades compartidas, espacios, tiempo juntos, proyectos, economía y propiedades, solo por mencionar algunos. Todo ello desemboca en el replanteamiento del propio proyecto de vida. Habrá que asumir todas y cada una de las pérdidas que estos cambios traen aparejadas. Implica la reinvención del propio ser, la reconstrucción del autoconcepto y la consecuente modificación del sistema de creencias personal.

Cuando perdemos a alguien que amamos, volvemos la mirada hacia lo realmente importante,  y  es entonces cuando te cuestionas cuánto diste, cuánto te entregaste, cuánta atención y tiempo le dedicaste, cuánta calidad había en cada encuentro, cuánto amor se demostró, cuán importante y amado se le hizo sentir a quien partió. En consecuencia, con cuanta paz y tranquilidad se puede vivir esa partida para quienes permanecemos aquí. Cuando alguien a quien amamos muere.

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En este momento, nada material y superficial importa, descubres que efectivamente “nada te llevarás cuando te marches”, entonces transformas tus valores y comprendes que son únicamente tus experiencias, la forma en que te vinculas y tus aprendizajes acumulados lo que te acompañará en tu último viaje y es ahora cuando tus lazos de amor, y aquello que quieres hacer y aquello en lo que te quieres convertir cobra fuerza y valor.  Ahora que has perdido a alguien, dimensionas la importancia de perdonar siempre, de hablar, de arreglar, de reconciliarte y de solucionar todo y estar en paz con cada persona de tu vida. Cuando alguien a quien amamos muere.

La muerte es tan cierta, como la fuerza de gravedad, pero a la vez, es tan incierto el momento en que ello ocurrirá que vivir intensamente cada instante de nuestra vida se vuelve prioritario. Haz todo aquello que has dejado atrás y aquello que has pospuesto, perdona y pide perdón, reconcíliate, ama, entrégate, compromete contigo mismo a realizar tus sueños, trabájate tanto hasta que dejes de sabotearte y de abandonarte.

Guarda en lo profundo de tu corazón cada momento de vida que compartiste amorosamente con quien se fue. Conversa con él cada despertar y déjalo ir en paz, sintiendo profunda gratitud porque aún con su partida te dio la cátedra de amor más importante de su vida y de la tuya.

TE AMO PAPÁ

Michelle Martos Ramírez

Consultora y Comunicadora en Semiología de la Vida Cotidiana

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