Alternativo.mx
Por Naomi Cruz
El domingo pasado, se celebraron elecciones de concejales en Venezuela. El día estuvo empapado de hostilidad, y se vio reflejado con el 72.6% de abstencionismo en las votaciones. Hecho que Nicolás Maduro justificó con la idea de un supuesto complot de EUA y Colombia contra él.
Las urnas de votación estuvieron desérticas; de los 20.7 millones de electores convocados, solo votaron 5.6 millones. La gente prefirió no votar, por el simple hecho del nivel absurdo de control autoritario de Maduro. Tan es así que, en dichas elecciones, Maduro se encargó de desacreditar a los partidos de oposición.
Lo que dio resultado al control, sin contrapoder, de prácticamente casi todas las instituciones del país. Salvo la Asamblea Nacional, de mayoría opositora, pero a quien se despojó de sus poderes el año pasado. Una línea que persigue todo populismo, pues detestan el poder judicial, cuya elección no es por voto popular.
Los hechos son reflejo de una profunda herida social en Venezuela. Con un alto descontento, una migración masiva, una cruel crisis económica, y una inflación del 10,000,000% calculada por el FMI para 2019.
Atado a esto, el país enfrentará un segundo mandato, cuyas elecciones se celebraron en mayo pasado. Y donde dichos resultados, son juzgados por la comunidad internacional de fraudulentos. Pues se presentó un abstencionismo histórico del 50% de los votantes venezolanos.
Aunque su discurso populista, defiende trabajar bajo una línea de democracia pura; la comunidad internacional sabe que no es así. El ideal correcto de democracia, no sólo defiende la idea de un gobierno que permite la participación social por medio del voto.
Realmente se trata de gobiernos que saben entablar dialogo; que aceptan la oposición como una forma de diversidad política. Que permiten a la ciudadanía tener libertad de opinión y expresión. Gobiernos que trabajan en pro del interés nacional, y hombro a hombro con la comunidad internacional.
En cambio, estamos viendo una izquierda autoritaria que provoca el desinterés democrático en cada ciudadano. Como resultado de un mal manejo político, económico y social. Amparado en el discurso populista de antaño, pero cuya caducidad venció hace ya, muchos años.