Neuropolítica | Gobierno sinvergüenza

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Por David Uriarte

Alternativo.mx / La vergüenza es un sentimiento relacionado con la dignidad o la humillación, por eso solo la pueden experimentar los humanos. En ese sentido, las instituciones como tal no pueden experimentar vergüenza y, por tanto, no puede existir un gobierno sinvergüenza. En todo caso, la vergüenza como sentimiento la puede experimentar la persona a pesar de trabajar o no en el gobierno.

Las quejas y reclamos sociales incluyen prácticamente a todas las instituciones, por eso con frecuencia se escuchan comentarios como éstos: “El IMSS cada vez está más deshumanizado”, “El ISSSTE está peor”, “De plano el gobierno no tiene vergüenza”, “El Ayuntamiento es muy tranza”.

Es fácil corporativizar las acciones o conductas de las personas y atribuirle méritos o virtudes a las instituciones o bien desprestigio, demérito o menoscabo, cuando la institución es una cosa y las personas que la representan o dirigen es otra.

El mejor ejemplo para entender el tema es la iglesia, el matrimonio y la medicina. Satanizar o estigmatizar a la iglesia por sus curas, o decir que no se cree en el matrimonio por las infidelidades de ellos o ellas, o creer que la medicina está en decadencia por las actitudes mercenarias de algunos médicos, es generalizar y no separar la conducta humana de los principios de cada institución.

El índice de desarrollo humano de un país representa los logros medidos en la esperanza de vida de sus habitantes, la calidad y acceso a los servicios médicos, el acceso a la educación, los años de escolaridad y el nivel de vida digno.

El gobierno tiene muchas tareas sociales, sin embargo las variables medibles como la salud, educación e ingresos resumen la eficacia y alcances de sus programas y proyectos.

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En la administración de las políticas públicas es donde se traslapan los conceptos de gobierno, gobernante y gobernado. El gobierno es un sistema, el gobernante un administrador de las políticas públicas, y el gobernado un beneficiario o víctima. Cuando el gobernado se siente víctima entonces descalifica a la institución o al sistema, a pesar que el servidor público es el que falla.

El servidor público sí puede ser sinvergüenza, el gobierno no.

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