La historia de Jorge en la era de pandemia

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Jorge Alejandro López Rivas practicante de 29 años, falleció por COVID-19 el 4 de enero a las 17:40 horas, realizaba su servicio en el nosocomio Doctor José María Rodríguez de Ecatepec en Estado de México.

Por disposición oficial de la Secretaría de Salud en México ningún practicante debe encontrarse en el servicio de urgencias.

La crónica desgarradora que millones de médicos y no solo de practicantes viven en México la relató su hermana para El País.

El 6 de diciembre un paciente con probable COVID-19 falleció, Jorge, se encontraba en el área de urgencias atendiendo a todos los pacientes sin importar que él no debía encontrarse en el lugar, mientras realizaba la reanimación el paciente le escupió sangre en su cara, él únicamente protegido con un cubrebocas, se lavó la cara y los lentes como denuncian sus compañeros en el hospital no cuentan con caretas, gasas, cubrebocas ni Equipos de Protección Integral (EPI), al terminar su turno Jorge se fue a casa.

El 12 de diciembre Jorge ya presentaba diarrea y cansancio pidió la prueba PCR y tres días después tomó consulta en ese mismo hospital, cuando el médico vio la placa le indicó: “no se ve tan mal”.

Jorge recibió un diagnóstico equivocado mencionan sus compañeros, él debía seguir yendo a trabajar pese a permanecer enfermo. Al siguiente día acudió a un médico privado, que de inmediato le diagnosticó COVD-19, sin embargo, para entonces ya utilizaba un tanque de oxigeno y su saturación comenzaba a disminuir, ese día la fiebre no cesó de los 38 grados y él no quiso ir a un hospital dijo: “si así tratan a los que trabajan con ellos, ¿cómo serán con los de fuera?”

En Navidad, él aún quiso ver la misa y tuvo una ligera mejoría, sin embargo, él daño en los pulmones ya estaba hecho. Jorge permaneció enfermo y con muy pocas horas de sueño e intentando respirar hasta el 4 de enero, ese día su organismo dejó de aguantar sin 10 litros de oxígeno por minuto, miró a su pareja, la tomó de la mano y le dijo: “ya estoy cansado llévame al hospital”, así lo relata su pareja que lo cuidó todas las noches junto con su padre.

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Jorge murió en la misma sala de choque, como otras personas, porque no hay insumos en los hospitales, guantes, protección, laringoscopios, tomas de oxígeno, ni medicamentos para inducir al coma así como miles de mexicanos,

Una historia de El País.

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CAA

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