La familia es una figura que ha perdido fuerza y estructura

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La familia es una figura que ha perdido fuerza y estructura dentro de nuestra sociedad cambiante. Durante las últimas décadas hemos modificado el orden  interno  de la misma y hemos transformado el concepto que cultural e históricamente se tenía de ella.

Sin embargo, la definición de familia sigue siendo la misma, toda vez que ésta  es descriptiva en cuanto a su finalidad y razón de ser. Entendamos pues, por familia, a un grupo de personas conviviendo armónicamente para lograr sus objetivos y su proyecto de vida. Este grupo de personas no necesariamente es papá, mamá e hijos, como se había conformado históricamente. Hoy sabemos que hay familias monoparentales, hay familias que viven con los abuelos, con amigos, etc. En este sentido,  abarcaremos a toda persona que vive bajo el mismo techo, incluyendo a quien colabora en la limpieza del hogar.

La familia cumple con una función muy específica dentro de la sociedad y es la de generar y lanzar al mundo individuos plenos, realizados e independientes, tanto en lo emocional como en lo económico. Esta función se logra creando las condiciones propicias dentro de la dinámica familiar. Pero, ¿Qué significa esto? Significa generar espacios, ámbitos, atmósferas y acciones que generen esta realización e independencia en cada uno de sus integrantes.

Para ello, es fundamental que tanto el padre como la madre o quienes sustenten la crianza de los menores, trabajen en su propio desarrollo humano y resuelvan su conflictiva interna relativa a culpas, rencores y temáticas pendientes de infancia, ya que, de no ser así, llevarán a la familia toda su problemática inconclusa, afectando así, de manera directa a sus hijos.  Por ejemplo, alguien que proyecta en sus hijos sus necesidades no resueltas de infancia, puede sobreprotegerlos, resolviéndoles todo, dándoles todo, sin permitirles crecer. Enviándoles un terrible mensaje: “tú no puedes, eres inútil, por eso lo hago por ti y te lo resuelvo yo”. Además, con la equivocada creencia de: “qué buena madre soy, ya que siempre les resuelvo y les doy todo”, generando con ello, personas inseguras y con baja autoestima. Por otro lado, alguien que vivió en una familia autoritaria, tal vez repita o por el contrario se convierta en padre demasiado permisivo, enviando un mensaje funesto: “Haz lo que desees, no me importas”. Por lo anterior resulta fundamental trabajar en el propio desarrollo humano como individuos, antes de convertirse en padres.

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La familia implica un contexto de significación muy específico con sus propias características. La disponibilidad en cuanto al tiempo es restringida, ya que hay que tomar en cuenta las actividades, espacios, tiempos y agendas de todos los miembros de ésta, acompasándolos y fluyendo armónicamente unos con otros.

Las decisiones son unánimes, es decir, cada miembro de la familia es tomado en cuenta, tiene voz y tiene voto. La opinión y preferencias de cada integrante son importantes y deben ser tomadas en cuenta. Los padres figuran como una guía por la experiencia con la que cuentan, pero las decisiones no son unilaterales, ni autoritarias de tal forma que nulifiquen a los hijos o a la pareja.

De lo anterior se desprende que  la responsabilidad es compartida, cada miembro de la familia se responsabiliza de sí mismo y de los demás, se asumen entre todos y responden unos por otros.

La atmósfera es gregaria, es decir, de grupo, de acompañamiento continuo y constante. Implica que las actividades, salidas, paseos y convivencia se dan en un ámbito grupal y de acompañamiento.

De lo descrito anteriormente se desprende que el marco de convivencia de la familia debe ser primordialmente armónico, placentero, divertido, de gran aprendizaje, amoroso y manejado con gran paciencia y colaboración.

Si te ha sido difícil convivir sanamente con tu familia, te invito a una consulta dentro de la cual encontrarás las mejores formas para armonizar los vínculos con quiénes más te importan.

Lic. Michelle Martos

Consultora en Semiología de la Vida Cotidiana

442 2302398

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