Es raro celebrar algo que nunca tuvo que haber sucedido, como el cierre de una plaza de
toros. Pero ahora que otra vez está abierta, y una vez celebrado lo anterior, debemos mirar
hacia adelante, arremangarnos los brazos y poner manos a la obra.
No podemos regresar a donde estábamos. No podemos regresar a la administración de una
empresa que no estuvo a la altura de la plaza más importante del país y del continente,
tercera del mundo. No podemos regresar a temporadas con carteles sin el más mínimo
interés. Si bien es cierto que la baraja taurina mexicana sufre una de sus peores crisis, en
donde sólo se salvan un par de nombres, se tiene que hacer un mayor esfuerzo en ofrecer,
y además a precio acorde, tardes con combinaciones que interesen a ambos público y
aficionados. Hay que llenar esa plaza.
No podemos regresar a la presentación de los toros que salían por toriles previa y
sospechosamente aprobados. Si bien el trapío del toro mexicano es totalmente diferente al
español, se tiene que buscar lo mejor que haya en el campo bravo mexicano (que pequeño
no es) y que esté a la altura de la primera plaza de México.
No podemos regresar a los compadrazgos entre jueces de plaza, profesionales y medios de
comunicación. En el palco de la autoridad de la monumental tendría que estar un hombre
con un criterio acorde al nivel de la plaza que, hasta hace algunas décadas, se supone, era
“la que da y quita”. Dicho así de simple: no se puede permitir un triunfo fácil, o falso, en la
que es la vara de medir de los demás recintos taurinos del país.
No podemos regresar a permitir que comunicadores, redes sociales y mercadotecnia de la
plaza nos quiera vender algo por la fuerza que no contiene la calidad que debería.
No podemos regresar a tener una empresa que no esté al nivel de la que es la afición más
sensible del mundo, y a que no velen por ofrecer un espectáculo de la más alta calidad.
No podemos volver a eso. Si lo hacemos, y si la plaza México vuelve a cerrar, casi podría
asegurar que esta vez sería para siempre. Y si vamos a regresar a eso, por más duro que
suene decirlo, sería mejor que nunca hubiéramos regresado.
Ojalá volver a la altura.
Este escrito fue realizado por Genaro Suárez.
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