Por David Uriarte
Alternativo.mx / A sus 85 años, Porfirio Muñoz Ledo deslumbra a propios y extraños con su inteligencia, habilidad y destreza histriónica, sin embargo, la fuerza física lo traiciona y lo hace ver como una persona con secuelas de espasmos vasculares transitorios o microinfartos cerebrales que se manifiestan con trastornos del lenguaje.
El presidente de la Cámara de Diputados conserva su lucidez cognitiva, pero su voz y dicción se arrastran después de más de 50 años de andar en los intrincados quehaceres políticos.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en la actualidad la esperanza de vida de los mexicanos es de 77.8 años para las mujeres y 72.6 años para los hombres. Esto significa que Porfirio Muñoz Ledo superó la marca estadística de la esperanza de vida con más de una década.
Dicen que Dios siempre perdona, las personas a veces, pero el tiempo nunca.
El tiempo se encarga de la cronicidad de las enfermedades y la degeneración de los órganos y sus funciones. El caso de los políticos no es la excepción y Muñoz Ledo paradójicamente está lucido en las ideas, pero tiene en su contra las secuelas de un cerebro viejo, donde el área de Broca encargada del lenguaje empieza disfuncionar.
El gabinete de Andrés Manuel López Obrador está conformado por personas con suma experiencia en el ámbito de la competencia para la que son designados, muchos superan los 70 años de edad y llevan consigo sus jugosas jubilaciones previas, otros acumulan años y fortuna como el caso del empresario Alfonso Romo. En fin, según las probabilidades estadísticas algunos integrantes del Poder Legislativo y Ejecutivo, por su edad, verán menguado su desempeño por enfermedad y otros de plano se van a morir en el ejercicio de sus funciones… Al tiempo.
La inspiración para el análisis descriptivo de la realidad que priva en la transición política de México es sin duda el polémico Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lazo de la Vega, quien a sus 85 años de edad es una enciclopedia política viviente. Hace 8 años tuve el privilegio de platicar con él, le entendí poco, primero por mis limitaciones y segundo por su alegría etílica de ese momento.
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