Acerca de la sobrerrepresentación política y la participación electoral cautiva en el semi-desierto

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Por Jorge Morales

Villa de Cos es uno de los cincuenta y ocho municipios del estado de Zacatecas, se ubica en donde comienza la región fitogeográfica del semi-desierto del norte mexicano. El municipio es prácticamente llano en toda su extensión geográfica, esta llanura se encuentra extendida en otros sentidos sociales también. Pero antes de seguir con el análisis geográfico de Villa de Cos, empecemos por el principio, por lo que usualmente se conoce cómo “sobrerrepresentación” en materia política: por lo general se dice esto cuando un partido político está sobrerrepresentado en términos de escaños dentro de una asamblea o legislación que supere al porcentaje de los votos obtenidos. Un problema que consiste en uno de los efectos más perversos de cualquier sistema electoral, como la democracia mexicana con las polémicas mayorías relativas que asigna escaños en pugna en un distrito al candidato que obtenga dicha mayoría relativa, esto es, el porcentaje de votos más alto sin ningún umbral mínimo. 

Es sabido que para los electores que votaron por un candidato que resultó perdedor no habrá ningún representante para ellos en el congreso, lo que en este caso genera una “subrepresentación”, un daño serio para la democracia de ciertas comunidades pequeñas y apartadas como la de Villa de Cos. Dicho lo anterior, la perspectiva de sobrerrepresentación que aquí se desarrollará es un sentido que tiene que ver con una “sobrerrepresentación partidista” para este tipo de comunidades alejadas y politizada cada tres años durante el periodo electoral. Una situación que hace verdaderamente difícil, prácticamente imposible, encontrar a alguien que no tenga algún interés proselitista durante las elecciones; primero por lo reducido de la población, que hace que nadie pueda escapar de esta dinámica social, y segundo, por la oferta multi-partidista. Lo que podríamos considerar que es algo así como el funcionamiento cautivo de la democracia. 

A la larga esta sobrerrepresentación partidista deriva en efectos perniciosos y en uno que otro síndrome psicosocial, por la razón de que el voto cautivo no puede ser consciente, mucho menos cuando estos candidatos nunca han garantizado el bienestar común de la comunidad. Por ejemplo, para renovar el ayuntamiento de Villa de Cos el pasado año 2021, hubo trece partidos políticos inscritos para competir, “afortunadamente” no se presentó ninguna coalición partidista como las inverosímiles coaliciones que se presentaron en el Estado de Zacatecas en la misma elección (PAN-PRI-PRD). No obstante, para llevar a cabo el pasado proceso electoral existió la necesidad de contratar una cantidad importante de personas de este municipio para trabajar durante las diferentes etapas del proceso. Además de los que participaran en la próxima auto-impugnación de la 4T con la revocación de mandato, donde seguramente se contrataran a las mismas personas. No se debe de descartar de la misma forma la enorme cantidad de seguidores afiliados a los partidos que están detrás de los candidatos a la presidencia, quienes tienen actitudes ampliamente proselitistas y que van solamente detrás del dinero que se les otorga en tiempo de campaña, obviamente esto es una compra del voto.

Por todas las razones anteriores es que prácticamente todas las personas de Villa de Cos durante la tramoya electoral se convierten en clientes cautivos del mismo proceso porque vienen participando en las elecciones perdiendo el sentido democrático de asistir a las urnas para votar por un verdadero cambio social. Ni siquiera se puede decir que se pueda tomar como ventaja esta democracia multipartidista, porque aun con el amplio abanico de opciones partidista no se pudieron escuchar propuestas reales y congruentes, ni mucho menos válidas para la difícil realidad porque la atraviesa esta comunidad. Además de que estos asiduos candidatos políticos cuentan con amplios antecedentes de haber ocupado previamente diferentes cargos administrativos de gobierno, sin ningún resultado. Todo lo cual viene generando una aprensiva dinámica socio-electoral cada tres años, con un comportamiento entre aspirantes al gobierno y votantes que procrea el Síndrome de Estocolmo, ya que describe tendencias psicológicas que derivan en el desarrollo de un singular vínculo afectivo entre los rehenes y sus captores. 

Teniendo claro quiénes son los rehenes (gobierno) y captores (votantes) resultará necesario exponer que es sabido que el comportamiento de los votantes se presenta ampliamente afectado por factores sociales siendo también los tiempos cíclicos de campaña tan cortos a nivel municipal de la democracia multipartidista. Profundizando en esta relación rehén-captor, es sabido que durante el periodo electoral desfilan los mismos personajes políticos, con sus más fieles allegados, aún sea representando a otro partido político distinto al anterior. Una dinámica social que permite que las víctimas sean cautivas de los representantes políticos, quienes persisten una y otra vez en sus intenciones proselitistas de obtener el poder sin que haya liberación de esta relación rehén-captor. Por “liberación” me refiero a que mientras continúen las mismas condiciones de atraso social sin permitir que la comunidad pueda avanzar hacia una mejor calidad de vida no habrá esperanza de un cambio verdadero ni de la liberación de la dinámica psicosocial que subyace dentro del Síndrome de Estocolmo. De hecho, sucede todo lo contrario en Villa de Cos, porque cada vez hay más inseguridad, daño ambiental, desempleo, pobreza, falta de educación y carencia de servicios públicos de calidad, lo que remite al vínculo positivo que una víctima aun siendo cautiva desarrolla hacia su captor, reconocido como un proceso de “identificación con el agresor”, que se convierte en una respuesta emocional automática de dicho apego emocional del rehén hacia su captor. 

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Dentro de este síndrome de Estocolmo; un aspecto clave es que muchas de estas víctimas tienen la intención de hacer la misma carrera política que sus captores, en especial cuando descubren que esta puede ser una fuente de ingresos importante, porque es sabido que el formar parte de un cargo público, aún sin tener la vocación para desempeñarlo, puede traer grandes beneficios dada la falta de oportunidades en el mercado laboral interno. Por lo cual, este vínculo desencadena, cuando la víctima (electoral) en el momento en que el agresor (político) crea y recrea una y otra vez la esperanza de que por el mismo camino administrativo-burocrático de la democracia multipartidista (promesas de campaña) todos los abusos se detendrán y por fin serán “liberados” de sus agresores. Ciertamente parte de la dinámica psicosocial en términos de la identificación para la supervivencia, lo que equivale a decir que la víctima aterrorizada necesita seguridad, protección y sobre todo esperanza de cambio, llevándole a ignorar el lado negativo del abusador y adoptar su misma visión racionalizadora de una realidad inalterable y gradual de mejora social, a pesar de la profundización evidente de las condiciones de atraso social.

Esta situación también puede manejarse como un tipo de distorsión cognitiva de las víctimas, al negar y minimizar todos los abusos que sus representantes políticos han cometido en tiempos de campaña, aun siendo ampliamente conocidos por todos estos abusos fuera de estos mismos tiempos de campaña. Incluso esta distorsión cognitiva puede ser vista como una suerte de implosión social, porque en vez de explotar hacia afuera al momento de elegir a su candidato, esto es, en una dirección que camine hacia un sentido revolucionario de transformación social por parte de los habitantes, y por fin recibir un castigo ejemplar en las elecciones, implota, una parálisis de los votantes y la subsecuente imitación de la senda trazada por “el éxito” de sus captores políticos, debido a que las oportunidades que pueden caer del cielo cada tres años pueden aminorar un poco las amenazas ineludibles para la supervivencia. Por esta razón, dicha supervivencia de los individuos de esta comunidad, como sugiere el Sindrome de Estocolmo, hace que debido a las condiciones sociales estas víctimas cautivas no precisamente se hagan de la vista gorda ante las injusticias cometidas por sus representantes políticos, ni que tampoco parezcan preferir el maltrato al que están acostumbrados después de las elecciones, más bien es por cierta “preferencia adaptativa” (conveniencia) el que prefieran perpetuar su propia opresión y porque el propio sistema electoral mexicano así lo ha permitido. Es el anhelo de formar parte de un cargo público y convertirse en perpetrador de los abusos, lo que hace de la población vivir en la “positiva relación” víctima-opresor.   

Por todo lo anterior es que tenemos que la dinámica de la democracia mexicana con la subrepresentación política de las minorías, dentro de un sistema electoral anacrónico ha procreado razones de fondo a nivel local que son dignas de análisis en el plano psicosocial, sobre todo por los desenfrenos que repercuten en la elección que supuestamente debería de ser consciente de la ciudadana a través del voto para decidir quiénes serán sus verdaderos representantes políticos. Que si bien parece ser que solo afecta a una escala geográfica local municipal, poniendo atención sucede que en ocasiones este fenómeno de politización cautiva se reproduce de abajo hacia arriba, desde las comunidades más pequeñas hacia los niveles medios (estatales) y macros (nacionales) con prominentes captores… quiero decir, prominentes figuras políticas ¿O quién puede negar que este no haya sido el camino que tomaron la mayoría de los gobernadores estatales que tienen por antecedente el haber presidido la administración pública del municipio capital de su estado?  Jalisco donde nací y crecí, de los más obvios.

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